¿Cuál es la diferencia entre una crisis y el final de una relación?


Las relaciones, como las personas, atravesan varias fases de crecimiento a las que deben adaptarse y en las que sería bueno que reunieran experiencias de aprendizaje. En estos cambios de etapa, las crisis suelen ser el ingrediente obligado de los replanteos y las reflexiones en profundidad. ¿Cómo saber si los problemas en los vínculos humanos obedecen a esta transformación o están anunciando el fin de ese lazo que unía a dos personas? Crecer uno mismo o con el otro: ésa parece ser la cuestión.

Las rupturas y los alejamientos siempre implican la posibilidad del regreso. Sin embargo, es tan azarosa la reconciliación como la distancia definitiva; por eso, cuando surge un conflicto entre dos personas que se quieren, ¿es una crisis o el final del vínculo? ¿Qué se puede aprender de esos momentos? La Licenciada Elena Fernandez nos brinda algunas pistas para capitalizar los episodios críticos, de tal manera que podamos crecer durante toda la vida y enriquecer nuestro bagaje de experiencias.
Crisis: ocasión para la transformación

Hasta hace algunos años, el término “crisis” poseía una connotación negativa que llevaba a evitar esos replanteos como fuera: utilizando la evasión, el reproche o el ataque como forma de defensa. Sin embargo, en el último tiempo cobra mayor difusión la idea de crisis como oportunidad de cambio: tomando el necesario y vital dinamismo de los seres humanos, los especialistas coinciden en afirmar que entrar en crisis es una forma de llamar a los momentos de crecimiento personal.

- Licenciada Fernández, ¿cuándo se produce una crisis?

Cuando hay algo que tenemos que cambiar. Ya sea por algo personal o que viene de afuera, siempre se trata de un cambio interno: por ejemplo, si te quedas sin trabajo la situación externa genera una crisis, pero el cambio debe ser personal hacia esa situación. En consecuencia, una crisis indica que hay algo nuevo y que hay que hacer un cambio.

- En el marco de una relación de amor, ¿cómo se sitúa esa necesidad de cambio?

Tomando el caso de una pareja, a lo largo de ese vínculo hay muchas crisis. Primero, la de vivir juntos. Luego, nace un hijo: es muy lindo, pero hay que adaptarse a una nueva situación. Hay crisis provocadas por el funcionamiento de la pareja o por cuestiones externas: que uno de los dos se quede sin trabajo, por ejemplo. En todos los casos, la pareja debe incorporar nuevos elementos. Cuando no puede hacerlo, es la debacle total.

- Ése sería el punto de distinción entre una crisis y el fin de una relación: no poder sumar esos cambios.

Claro, cuando no se pueden incorporar los elementos nuevos que presenta la vida o la realidad. Por ahí, los dos no lo pueden hacer y viene el gran problema.
Atención para cambiar: el primer paso

Los episodios de crisis vienen precedidos de signos de alerta, que los implicados pueden o no atender, pero que están presentes. Es por eso que la llegada de una crisis obliga a un acto de autocrítica por parte de quienes se encuentran viviendo ese momento, de tal manera que no echen culpas desmedidas al otro y reconozcan su cuota de responsabilidad en esa situación.

- ¿Cuáles podrían ser los indicios de que se precisa un cambio?

Uno se da cuenta enseguida, porque la crisis viene acompañada de ciertos síntomas: bronca, violencia, abandono, indiferencia, etc. Al principio, cuando uno está metido en esa relación, lo esconde debajo de la alfombra y hace que no pasa nada. A todos nos cuesta aceptar cambios e incorporar elementos nuevos; además, pensar que la relación está en crisis lleva a decir: “Estoy fea, gorda, vieja, no me quiere más, ya no sirvo, tendrá otra”. Esos sentimientos muy fuertes hacen que uno tape la verdadera situación de la crisis, que es una desacomodación en el vínculo.

- ¿En qué aspecto de la pareja comienza esta desacomodación?

Generalmente, el problema sexual es fundamental y lo que lleva a crisis: “Estoy cansado, no tengo ganas”. Eso va llevando a un deterioro en la pareja y puede que, ahí sí, aparezca un tercero.

- ¿Pero en las crisis por infidelidad la culpa es la llegada del tercero?

No, ya existía un problema en la pareja. Porque si la relación está bien, el tercero pasa desapercibido, no se ve. Cuando uno está muy bien, puede pasar cualquiera y no se ve porque uno está muy enamorado. De repente, la pareja no se da cuenta de su crisis y pasa un tercero y el otro se deja llevar por lo que encuentra ahí: afecto, escucha, mejor sexo…


- ¿Cómo remontar el vínculo luego de una infidelidad de ese estilo?

Si es una pareja fuerte, se puede volver al hogar y decir: “Mirá lo que me pasó, tenemos que cambiar”. Si yo no sabía que estaba tan mal con mi marido y de repente me encuentro con un hombre cálido que me dice cosas bonitas, me dejo llevar y me doy cuenta de que me gustaría verlo de nuevo. Si lo pienso, en un primer momento la emoción aparece ligada al otro y parece que uno se retira afectivamente de la pareja; pero, en verdad, lo que sucede es que uno está enojado con la pareja, tiene bronca y por eso le retira el afecto.

- ¿Y si la crisis la siente uno, pero el otro cree que está todo bien?

No, la crisis siempre son de a dos. Uno la puede negar: frente a un elemento nuevo de cambio, uno no lo quiere ver, prefiere refugiarse en lo viejo, en lo desconocido, lo que no da miedo. Lo nuevo siempre asusta, remueve cosas internas y, en realidad, lo que uno cambia son patrones mentales. Si uno vivía de determinada manera, posiblemente existían patrones mentales al estilo de “mi mamá y mi papá tenían una pareja así, yo busco una pareja igual”.
Crisis en tiempos de crisis: formas distintas de vivir

Sí, como afirma la Licenciada Fernández, los patrones mentales también se asocian con el modo en que nuestros padres y abuelos formaban sus respectivas parejas, es posible que esas maneras de entablar vínculos amorosos esté en discusión. Muchas personas, en la actualidad, discrepan con el modo en que sus padres llevaron a cabo su matrimonio y eso influye en su propia relación de amor. Es por eso que afrontar un proyecto de pareja, en estos tiempos, conlleva una mayor tendencia a vivir en crisis.

- El preguntarse sobre el mejor modo de formar una relación, ¿es lo que hace que ahora haya crisis con mayor frecuencia?

Es que el mundo está más acelerado, la mujer sale a la calle y no se queda a esperar al marido a que vuelva de trabajar. Antes ella cuidaba la casa y aguardaba al hombre que, cuando llegaba, tenía la comida, prendía la tele, tenía el grupo familiar a su alrededor y listo. Además, antes alcanzaba con que el hombre fuera el único que salía a trabajar. Ahora, salvo que el hombre tenga un salario muy bueno, los dos tienen que trabajar.

- Y además muchas mujeres quieren crecer profesionalmente.

Sí, porque no aceptan su rol tradicional y saben que necesitan realizarse en el plano personal. Ésta es una crisis social, no sólo de la pareja, porque hay un cambio en un elemento que requiere acomodación. Hay muchos hogares que se acomodaron y otros en los que se necesitó un esfuerzo terrible. Muchos hombres no podían entender cómo las mujeres salía tanto como ellos a trabajar y, a veces, cobraban más. Eso repercute en todo: en lo sexual, en lo amoroso, se muestra en que “no te hablo, no me comunico, me lleno de bronca”.

- Sí, también puede darse un problema con la percepción de la masculinidad en muchos hombres cuando surgen estos cambios.

Claro, ¿el ser masculino puede aceptar ahora que la mujer trabaje? Pero ese cambio de la mujer lleva a que quiera ser activa en todos los niveles, no sólo en el laboral: descubre su sexualidad, donde era pasiva, pero ahora se anima a pedir y a sentir, quiere sentir.

- ¿No parece a veces que, apenas hay un problema, las parejas se separan?

Pero eso va llevando a toda una crisis. Las parejas que están fuertes, tienen diálogo y se respetan, pueden modificar lo que se necesita. Frente a una crisis, pueden aparecer los portazos, los gritos y las amenazas: “me voy con otro/a, no vuelvo más”, pero nadie se sienta a pensar lo que está pasando. En toda crisis, en un principio, hay violencia. Hay muchas situaciones en las que el hombre hace eso, se va de la casa y regresa desesperado a reconciliarse con su mujer porque se dio cuenta de que se le rompió el mundo. Extraña a sus hijos, a su familia, pero ahí se había roto el diálogo. Si se dieran cuenta de que algo les está pasando, podrían pensar.

- ¿Y de qué manera se puede propiciar ese acto de pensar?

Las técnicas que me dieron mejores resultados son las que implican un trabajo personal. He trabajado con familias y parejas, pero es muy difícil, porque si uno dice algo, el otro reprocha: “Dice eso porque no me quiere”. Entonces, utilizo la meditación para el trabajo individual: voy dentro de mí, pienso lo que me pasa, pienso en lo que quiero. Eso es fundamental: es “La” pregunta. ¿Qué es lo que quiero, qué es lo que me hace feliz? ¿Qué es lo que deseo en este momento? Eso es lo fundamental porque es lo que me abre caminos para lo nuevo. Si ambos hicieran el mismo proceso, la pareja podría salir de la crisis.

- A veces, uno quiere cosas que sabe que no le harán tanto bien como continuar con su proyecto de pareja. Ejemplo: uno se encandila con un tercero aunque sabe que esa posibilidad es menos satisfactoria que su presente…

Lo que sucede es que ese alguien le despertó sentimientos que estaban dormidos. Cree que le generó nuevas emociones, pero la verdad es que ya estaban, aunque tapadas, porque la pareja no tiene intimidad, porque no busca lugares para salir solos, los chicos los invaden, no tienen tiempo para nada, perdieron el romance y hasta el sentido de lo sexual. Hoy en día se preservan más las relaciones de los que viven separados que de los que viven juntos.

- ¿Por qué sucede eso?

Porque es más difícil convivir, la mujer no quiere ceder tantos espacios, el hombre también tiene que hacer cambios y no esperar a la mujer-mamá, sino a una compañera. No decirle “¡No me planchaste la camisa!”, sino hacerlo él, o también cuidar al bebé y cambiarle los pañales.
Un origen “imprevisible” pero un desarrollo controlado

Así podría definirse el curso de una crisis en el marco de una relación. Si bien aparece como parte de la vida y del correr del tiempo, las técnicas y las decisiones puestas en práctica para sobrellevar el momento definen, en gran medida, los resultados finales.

- ¿Las crisis se pueden prevenir?

No; aparecen, surgen. La crisis es crecimiento en la vida, un planteo de cambios constantes que siempre van a desencadenar una crisis porque implican una reacomodación. La vida es un constante aprendizaje y, por eso, no hay culpas.

- ¿Y cómo evitar echarle culpas al otro durante una crisis y, así, empeorar las cosas?

Uno siempre le echará la culpa al otro en un primer momento, porque se debe al shock. Lo que uno tiene que hacer es pensar qué le pasó al otro para obrar así. Pero si hurgá en su interior, se dará cuenta de que tampoco estaba bien. Al principio, uno coloca todo afuera, y creo que uno tiene que empezar a ver qué es lo que pasa adentro. Si empiezo a adoptar este planteo, me podré reconocer mejor.

- ¿La meditación ayuda a lograr este proceso?

Sí, porque primero se bajan las revoluciones y uno se da cuenta de que el cerebro puede funcionar más lentamente. Al relajarse, no sólo se afloja el cuerpo, sino también ideas y sensaciones que hablan de uno mismo. Así, uno se acostumbra a generar un diálogo interior. Porque yo creo que todo depende de uno.

- ¿No es “uno y el contexto”? Muchas veces se pierde de vista el factor contextual.

Sí, porque te puede pasar algo externo, pero todo depende de la actitud que se tenga.
Otras experiencias “críticas”

Si bien la crisis de pareja es una de las vivencias más conflictivas de una persona con sus amores, la familia también pasa por sus momentos de quiebre y cambio, sobre todo cuando el matrimonio que encabeza el núcleo familiar se encuentra en disputa. En ese momento, toda la familia siente los efectos del problema y se halla implicada en el proceso de reacomodación.

- ¿Cuáles son las características de la crisis familiar? Hay muchas personas que han roto lazos con su familia, ¿cómo se puede entender eso?

Yo creo que alguien rompe algo porque no puede hacer el cambio. Hay mujeres cuyos maridos las engañan, pero ellas no pueden ver el cambio; se quedan con que “es un sinvergüenza”. Entonces ella se quedó toda la vida con eso y él se fue.

- Entonces, si aceptaríamos los cambios, ¿podríamos aspirar a tener amores para siempre?

Por lo menos, podríamos tener los amores que nos corresponde tener en ese momento. Porque una pareja puede durar toda la vida o no: sólo algunas etapas, porque lleva un momento de cambio personal de uno y en el otro no. Generalmente, los cambios llevan a tomar determinaciones, y si no se puede cambiar juntos, habrá que hacerlo separados. Más de una vez, si el otro no acompaña con el cambio o no pueden saltar juntos, el cambio implica la ruptura, porque no se puede obligar al otro a cambiar.

- ¿Cómo se comunica a los hijos que en la pareja hay una crisis?

Se dan cuenta mucho antes: están nerviosos, se les caen las cosas, les va mal en el colegio, son los primeros que van a detectar todo. Los chicos, como las mascotas, nos observan todo el tiempo, porque mientras son pequeños los adultos son el centro de su vida.

- ¿Qué lugar ocupa el diálogo?

Es fundamental y hay que decir hasta las cosas que uno nunca diría por miedo a perder al otro. Hay que juntar coraje y decirlas. En ese momento, hay que sincerarse: “a mí me está pasando esto y esto”. Si vos te abrís, surge la comprensión, porque si no el otro no sabe qué es lo que pasa.

- Pero al abrirse también puede haber estallidos de furia…

Sí, a veces uno le dice con altoparlante al otro: “¡No me escuchas!”, y el otro hace como si nada. No escucha para nada. Cuando un buen día uno dice “Chau, me voy” Es muy común que se piense que el que se queja es un hincha, que tiene un mal día, pero va pasando el tiempo y lo mejor es dialogar: “creo que la situación es crítica, tenemos que hablar porque esto se va al diablo y yo todavía te quiero”. Hay relaciones que, pasado el tiempo, pierden el amor y no hay ganas de luchar.

- En estas situaciones, ¿sirve pedir un tiempo? Porque se dice que es una mentira, una excusa para irse de a poco.

El otro pensará que es una excusa de su pareja para ser infiel, pero si hay confianza y se toman en serio las cosas, pedir un tiempo puede funcionar.
Opciones para comprender el problema y manejar el estrés

Si todos tenemos que vivir varias crisis durante la vida, resulta obvia la importancia de conocer ejercicios, actividades y formas de sobrellevar mejor esas instancias y tomar las decisiones más atinadas que sea posible. Si bien no existen garantías, la búsqueda interior y la reflexión en profundidad parecen ser las alternativas más adecuadas.

- ¿Cómo se desarrolla una actitud constructiva en los momentos de crisis?

Bueno, es que las rupturas empiezan siendo un desastre, pero después todo se va acomodando. Primero, la persona llora y echa la culpa a todo el mundo. Después, se va aceptando: “ya está, no se puede modificar, ¿qué puedo hacer ahora?” “¿Qué pasa si no cambio nada?” Ése es un ejercicio que suelo indicar.

- ¿Cómo es?

Pensar: “¿Qué pasa si dejo las cosas tal como están?” “¿Qué pasa si no cambio?”, pensar cómo serían las cosas, como se vería uno. Ahora, “¿qué me pasaría si cambio?” Después, sacar conclusiones. Este ejercicio se puede hacer mediante visualización o con un cuaderno: dividir la hoja en dos y comenzar con cada opción en profundidad: imaginar por completo la situación en la que no habría cambio y, luego, con el cambio. Esto se puede hacer también con una meditación tranquila, poniendo música, respirando hondo y recorriendo con el pensamiento: la meditación puede ser activa mentalmente, para imaginarse las transformaciones. De repente, aparecen ideas en la mente sobre las que se debate después: “¿Por qué vi una flor mientras pensaba en esto?” Son señales que vienen de mí y se pueden interpretar.

- ¿Y hay algún ejercicio útil para indagar en las decisiones que debemos tomar?

Se puede realizar el de nombrar dos padrinos para consulta: un periodista, la Virgen María, un músico de rock, un político… Son dos consultantes imaginarios, por lo femenino y lo masculino, dado que de ambas cosas se forma el mundo. En un lugar especial imaginario sólo entran usted y sus consultantes, y tiene que imaginar que llegá a ese sitio y que la ayuda aparece.

- ¿Qué se aprende de todo este proceso?

Se aprende y se trabaja mucho con el perdón: es sabido que todas las broncas y resentimientos causan enfermedades graves. Así, si hubo una pelea con la madre, se la cita a ese lugar ideal y se le dice, imaginariamente, las razones de la pelea y se la perdona. El perdón es comprender, no es ese perdón tonto de “yo perdono a todos”. Comprender implica que mamá, por ejemplo, era así y no podía ser de otro modo. Cuando yo la perdono, puedo ver a mi mamá no desde el vínculo afectivo sino desde quién era: qué le pasaba, por qué era obsesiva conmigo, empezamos a trabajar con esos sentimientos que están adentro y llega mucha libertad.

- Es una especie de reconciliación.

Es sacarse todo lo que no sirve, porque el lugar que ocupa el odio en su interior se lo resta a la vida y al amor. Eso pasa en todas las relaciones, también la de pareja: “¿Qué le pasa a mi marido conmigo?” Ese odio ocupa un espacio emocional y energético que no permite ver qué hay detrás de eso.

- Si uno está en armonía personal, ¿puede superar mejor una crisis?

En realidad, puede enfrentar mejor a la crisis, pero cuando ésta surge, la armonía se pierde. Por ahí, si en un primer momento los sentimientos se desbordan, en un segundo momento uno se tranquiliza y pone en orden las ideas. No se deja que los síntomas perduren tanto tiempo. Surgirán las mismas broncas, pero no durarán tanto en el interior. Tienen que ocupar el momento y luego disiparse. Además, estar en armonía ayuda a capitalizar la experiencia: “¿Qué me quiere decir esto?”, como parte de un proceso vital. Eso es lo que uno aprende.

- ¿Cuál es el principal dato o conocimiento para superar una crisis?

La crisis se podrá enfrentar si se entiende como un cambio que se produce y en el que hay que descubrir lo que quiere decir la situación. En la pareja, no es seguro que los dos lo hagan, pero uno sólo, por lo menos, podrá entender mejor las cosas. Si uno dice “mira lo que me hizo, qué mal tipo, qué mala mina”, eso no sirve: son patrones mentales que no ayudan a crecer ni a ser felices. Si bien en el primer momento la persona se siente mal, después hay que pensar: a lo mejor estoy muy dedicada a mi carrera o a los hijos, y no le presto atención. Es más fácil hacerse la víctima, pero lo mejor es pensar qué es lo que me está pasando a mí, en el marco de quererse mucho, aceptarse tal cual uno es y confiar en el proceso de la vida.

F:revistabuenasalud

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