¡Sigo a dieta pero no adelgazo! ¿Qué hago?


Controlar las porciones, sustituir algunos alimentos o cambiar los tiempos de las comidas son algunas claves para seguir bajando de peso cuando el régimen pierde eficacia debido a los cambios que se van produciendo en tu organismo a medida que adelgazas. ¡Si tu dieta pisa el freno, debes darle un empujoncito!
¿Aplicas las mismas tácticas con las que lograste perder los primeros kilos de más pero ahora no te sirven para descontar ni un gramo? ¿Mantienes una dieta baja en grasas y practicas una actividad física regular y aún así no logras seguir adelgazando? ¿Sigues al pie de la letra el régimen que te indicó el médico pero últimamente parece haber perdido su anterior eficacia?

¡No pierdas los nervios! Esa situación, que puede prolongarse semanas o incluso durar meses, es bastante habitual y suele afectar a un elevado porcentaje de quienes intentan bajar de peso siguiendo un programa equilibrado de dieta y gimnasia, para quemar más calorías de las que ingieren, evitando que se acumulen en el cuerpo en forma de tejido adiposo.

Tu régimen para adelgazar no ha dejado de ser bueno: ¡el que ha cambiado es tu organismo!, que ha vuelto a quemar menos calorías de las que recibe. Es hora de que cambies levemente tus estrategias para seguir bajando de peso, a buen ritmo.

MENOS CALORÍAS

El mecanismo es el siguiente: a medida que tu cuerpo se reduce requiere cada vez menos calorías para funcionar, de modo que la dieta y los ejercicios que te ayudaron a perder los primeros 5, 10 ó 20 kilos, ya no permiten quemar las suficientes calorías para seguir perdiendo peso al ritmo inicial.

Con el tiempo incluso puedes recuperar algo de peso si no cambias la relación entre las calorías ingeridas y las gastadas. Estas son algunas de las mejores tácticas dietéticas para superar la “desaceleración” de tu dieta:

Aumenta el control de lo que ingieres.

Ármate de paciencia y de aparatos de medida como balanzas o tazas graduadas, para no depender de tu intuición, de lo que “te pide el estómago”, para calcular tus porciones de comida. Una vez que te acostumbras al tamaño que deben tener tus porciones, sólo deberás medirlas de vez en cuando para asegurarte de que siguen siendo correctas.

Las porciones deben ser razonables con una sola excepción: no pongas límites a las frutas y verduras, que son saciantes y sanas.

Consume más fibras y líquidos.

Aunque no son convenientes como estrategia a largo plazo, las comidas líquidas pueden ser una ayuda para romper la “desaceleración” de tu régimen.

Otra sustitución interesante: los plátanos, zanahorias y palomitas de maíz pueden contener más fibras y menos calorías que los bizcochitos o tartas “bajas en grasa”, con lo que te ayudan a alcanzar la saciedad comiendo menos.

La última comida, más tarde.

Retrasa la hora de la cena: comer 30 ó 60 minutos más tarde que de costumbre, puede ser lo que necesitas para evitar las peligrosas incursiones nocturnas de picoteo a la nevera o la alacena. Además, puede que controles tus porciones, pero que comas los restos de comida de tus hijos, con lo cual sumas calorías de forma inadvertida.

Ponle un “punto final” a la comida.

Procura hacer cosas que indiquen claramente que la comida ha finalizado, como lavarse los dientes. También puedes poner en marcha un cronómetro al sentarte a comer, para que cuando suene sea la señal de que debes encontrarte fuera de la cocina o del salón comedor: las dos zonas de la casa de mayor riesgo calórico.

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