La Experiencia de Soledad


Harry Stack Sullivan (1892-1949), psiquiatra norteamericano, considera las enfermedades mentales como consecuencias de las relaciones interpersonales perturbadas en la infancia temprana; o sea que los síntomas psiquiátricos surgen de conflictos entre el individuo y su ambiente y son el resultado de la serie de interacciones con las personas.

Sullivan, en el libro “La teoría interpersonal de la Psiquiatría”, que comprende la serie completa de las últimas conferencias que pronunció antes de su muerte; refleja su investigación sobre la historia del desarrollo de la personalidad y expresa su idea sobre las causas que intervienen en la experiencia de la soledad.

Según este autor, el primer componente que influye en la experiencia de la verdadera soledad, aparece en la infancia, a través de la forma en que un individuo experimenta la necesidad de contacto.

Esta necesidad consiste en una compleja serie de dependencias típicas de la infancia, que se pueden resumir como la necesidad de ternura a lo largo de la niñez, manifestada a través del requerimiento de la compañía y de la participación adulta en el juego.

En el período de la juventud, esta dependencia se trasladará a los camaradas del grupo, que podrán satisfacer o no la necesidad de aceptación, imprescindible en esa etapa.

En la preadolescencia se refleja la necesidad del intercambio íntimo con un par, un amigo o una persona amada, que proporcionen seguridad y satisfacción; pero la experiencia de soledad es un fenómeno común en esta etapa y también en etapas posteriores.

El temor a la soledad impulsa a la gente a buscar compañía, pero esta búsqueda produce ansiedad.

Para Sullivan, esta conducta representa una orientación defectuosa en el vivir, debida a la interpretación errónea del significado de las necesidades, que no sólo representan la búsqueda del alivio de la soledad.

La experiencia de soledad conduce a integrar situaciones para evitar la ansiedad, pero luego esa experiencia continúa formando parte de la personalidad, y resulta una aún más terrible que la ansiedad.

En la etapa preadolescente la necesidad del trato con otras personas es tan grande que el miedo y la ansiedad no son suficientes para evitar situaciones peligrosas.

Estos problemas de relación, que comienzan en la preadolescencia pueden hacer que las personas adquieran adicciones, consideradas por los jóvenes como un sostén para sortear los obstáculos internos y externos y enfrentar las situaciones nuevas que generan ansiedad.

Además de los efectos tóxicos del alcohol o las drogas, también afectan en forma definitiva y progresiva el sistema del yo, de modo que la personalidad, debido a esa influencia, sufre el efecto contrario, resultando menos competente para enfrentar la ansiedad, que después del efecto se vuelve a experimentar en mayor medida, cuando se disipa su acción inhibitoria o estimulante.

El motivo más importante que impulsa a los jóvenes a depender de las drogas o el alcohol es el ajuste sexual.

La necesidad de intimidad, de raíces muy antiguas, se ha ido desarrollando gradualmente, mientras que la necesidad sexual es algo nuevo. Esta diferencia produce en la personalidad la necesidad de la separación entre las relaciones interpersonales motivadas por el deseo sexual y las basadas en la necesidad de intimidad motivadas por la soledad.

Esta disociación se suele superar mediante la sublimación, pero cuando fracasa esta defensa se mantiene por mucho tiempo, a veces para siempre.

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