Mujeres Solas


En el mundo hay muchas mujeres que se quedan solas y que no viven la soledad como un castigo, porque en lugar de quejarse y mantenerse aferrada a lo conocido, sin abrirse a lo nuevo que aportan los cambios; han descubierto el lado positivo de su situación y han logrado una buena calidad de vida.

Solteras, separadas, divorciadas o viudas, la soledad puede ser una situación elegida y bienvenida o puede irrumpir de golpe después de una crisis de pareja, o de la ausencia de los hijos ya mayores, o debido al fallecimiento inesperado o no del cónyuge.

Es entonces cuando la soledad, que no se conocía, representa un gran cambio y se convierte en la oportunidad de un nuevo desafío.

Una mujer que tiene que por distintas circunstancias tiene que enfrentar sola la vida, se tiene a si misma y se puede convertir en su mejor amiga.

La situación de soledad provoca la pérdida del status social de mujer acompañada. Si estuvo en pareja, es probable que pierda las amistades que tenían en común, tal vez antiguas relaciones de a dos que se complementaban adecuadamente y con los que compartían salidas o momentos juntos.

Esa rutina de muchos años cuesta abandonarla por algo nuevo cuando se pierden también las ganas de empender la tarea de ser aceptada en otros grupos.

Hay que empezar de cero a organizar la vida de otra forma distinta, abrirse a nuevas experiencias y conocer otra gente, más compatible, porque cuantas más personas se conozcan más oportunidades habrá de formar un nuevo círculo.

Después de un divorcio o de una pérdida irreparable, no es recomendable iniciar una nueva relación de pareja enseguida para huir de la soledad como hace la mayoría, porque es indispensable antes elaborar el duelo, tanto por el que se ha ido porque la abandonó como por el que ha fallecido.

Un duelo puede requerir un año para integrarlo a la identidad y aceptarlo y hasta dos años en algunos casos.

A veces pasan más años antes de poder pensar en tener otra pareja, pero finalmente toda persona normal lo puede lograr si lo desea.

La soledad es a menudo buena compañía, porque impulsa a la gente a crecer y desarrollarse, sin las trabas y obligaciones que hayan obligado a postergarlo.

No importa la edad que se tenga, todos tienen proyectos que alguna vez, por circunstancias que también fueron importantes, no cumplieron. Este es el momento de realizarlos, porque las ganas de vivir vuelven cuando hay un para qué hacerlo.

Se puede empezar con proyectos pequeños, porque su cumplimiento motivará a la persona a atreverse a soñar con otros que le exijan un mayor compromiso y que le harán perder la noción del tiempo.

Esos proyectos deben tener un significado que satisfaga sus propias necesidades personales contenidas a veces durante mucho tiempo.

La soledad es la oportunidad que todos pueden tener, de concentrarse en sus auténticos intereses, porque siempre se está a tiempo y nunca es tarde y además jamás hay que decirse a uno mismo, no puedo.

Las mujeres solas forman un ejército disciplinado que siempre está dispuesto a emprender alguna aventura, empezar cosas y hacer algo nuevo.

Son las que en mayor proporción mueven el mercado de viajes, las que se reúnen a cenar afuera o a jugar a las cartas, las que van al cine o al teatro y las que asisten a los museos y a las conferencias; y que son capaces de aprender a bailar, ir al gimnasio, hacer yoga y pilates, aunque ya se hayan jubilado hace rato.

Generan recursos aunque ya hayan cumplido los ochenta, porque son inquietas y quieren participar en cualquier iniciativa que las mantenga activas y que a la vez les permita conocer gente nueva.

Están actualizadas, atienden su casa, cuidan su silueta y se dan tiempo también para sus nietos.

Y si una mujer sola forma pareja, cosa que es altamente probable, suele preferir en ese sentido otra experiencia que no haya vivido, es decir, que no le exija las mismas condiciones y el mismo compromiso que ha conocido.

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