El Arte de la Psicoterapia


Un psicoterapeuta es ante todo un observador minucioso y un oyente atento; porque los pacientes muestran su personalidad y su carácter en cada una de sus palabras, en sus acciones y en sus actitudes.

Desde que llaman por teléfono para pedir una consulta, hasta la forma en que se presentan, cómo caminan, cómo hablan, su puntualidad, las ausencias a las entrevistas, sus ademanes, su tono de voz, su mirada y por supuesto su discurso.

El motivo de la consulta es la punta del iceberg desde donde podrán o no salir a flote las emociones y sentimientos que lo perturban.

Todo paciente es en gran parte producto de su historia personal; un ser biopsicosocial que quiere recobrar el equilibrio para poder mantenerse estable, sentirse bien, relacionarse adecuadamente y realizarse en su trabajo.

La relación terapeuta paciente reflejará la forma en que se relaciona; y a través de su discurso se pondrán evidencia sus creencias, sus teorías sobre la realidad, su forma de pensar, su fuerza de voluntad y de carácter, sus expectativas, sus vivencias particulares y su modo único de vivirlas.

Todo desequilibrio psicológico describe una dificultad de adaptación a una situación personal única que perturba la vida de un paciente.

Esta apreciación permite realizar un diagnóstico presuntivo que se irá confirmando o no en las siguientes entrevistas y que servirá para diseñar las estrategias de tratamiento.

Las teorías psicológicas son necesarias, pero cada paciente es único y requiere un abordaje también único.

El arte de la psicoterapia radica tanto en el pensar como en el sentir; y en la capacidad de ser lo suficientemente flexible como para permitirse ser creativo e inventar.

Toda psicoterapia ayuda a crecer, a madurar, a aprender a templar el carácter, a disciplinarse y a ejercitarse para enfrentar las vicisitudes de la vida.

Casi todas las personas tienen que pasar por las mismas experiencias de vida, la diferencia depende de los recursos que tenga cada uno, de la fortaleza del carácter, del modo de ver el mundo, de las creencias y del nivel de su perspectiva.

Para resolver un problema nuevo no se pueden utilizar fórmulas viejas, hay que atreverse a inventar; porque la solución sólo se encuentra elevando el nivel de percepción para lograr una perspectiva más amplia.

La gente se siente mejor cuando se da cuenta que no es el único que tiene que atravesar pruebas que le mueven las estructuras y que al contrario, no solo le pasan a todo el mundo sino que forman parte de un arquetipo que han vivido todas las generaciones desde el principio de la humanidad.

Aunque cada uno trae una historia particular y única, al mismo tiempo esa misma situación a grandes rasgos se puede encontrar en cualquier tragedia griega o hecho mitológico.

La relación entre los hombres y sus pasiones llevan siempre a las mismas situaciones si no se ha logrado aún el dominio de uno mismo.

Así, el miedo y los malos hábitos son los que llenan los consultorios de psicólogos y psiquiatras en todo el mundo.

Pero en definitiva todos atraviesan un problema existencial, una bisagra en sus vidas que los llena de dudas y temores y que los obliga a reconocer lo efímero de la existencia que es lo que los ayudará a rescatar los verdaderos valores.

El hombre debe aprender a aceptar su finitud, estar agradecido de tener la oportunidad de vivir, conocerse y lograr el dominio de si mismo imponiéndose una vida disciplinada y atreviéndose a ejercer su libre albedrío.

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