Decisiones saludables para comenzar a cambiar nuestra dieta


Todos decimos estar preocupados por alimentarnos de manera más saludable y por eso buscamos hacer grandes cambios en nuestras rutinas para sentirnos mejor. Lo que ocurre es que se vuelve muy complejo el mantener esos cambios a largo plazo debido a la falta de fuerza y motivación. La ardua tarea de cambiar de hábitos suele ser un proyecto que fracasa porque tendemos a ser demasiado exigentes con nosotros mismos.

No repetir el plato. Las comidas que más preferimos y esas que realmente disfrutamos suelen caracterizarse por estar hechas en base a harinas, grasas y demás ingredientes poco saludables y además de cierto modo adictivos. Es importante erradicar el hábito de repetir el plato, ya sea en esas comidas que tanto nos gustan, como en aquellas ocasiones en que decimos sentir hambre y no estar satisfechos.
Comer menos carne. Es una convicción bastante extendida la de que nuestra dieta debe contener necesariamente grandes cantidades de carne. Además de haber millones de vegetarianos en discrepancia con esto, la ciencia desde su lugar también advierte que el limitar el consumo de carne a sólo un par de veces a la semana hace que ahorremos cientos de calorías y una gran cantidad de grasas saturadas. Se trata de un proceso paulatino y que a la larga nos hará estar en mejor forma y además más sanos.
Traer nuestro almuerzo al trabajo. Aquellos cuyas jornadas laborales atraviesan las horas de almuerzo suelen verse tentados a comprar comida rápida y de delivery para ahorrar tiempo y dinero. La mayoría de esos alimentos que ayudan a salir del paso en un mediodía ajetreado al mismo tiempo poseen grandes cantidades de grasas y de otros componentes que no conocemos por no saber de qué cocina provienen ni quién los ha hecho. Por este motivo es bueno fomentar el hábito de cocinar cenas abundantes para que sobre comida y podamos llevarla al trabajo al día siguiente. Esto nos permitirá tener un mayor control sobre que comemos y además ahorrar en dinero y a la vez calorías.
Dejar las bebidas azucaradas. Las bebidas azucaradas por el hecho de ser líquidos muchas veces se desestiman en lo que respecta a sus contenidos calóricos. Es bueno empezar a desconfiar de las bebidas azucaradas y a verlas como las principales enemigas de nuestras ganas de estar mejor físicamente. El agua es un acompañante mucho más saludable para nuestras comidas, ya que nos hidrata y no por ello nos cobra generándonos sobrepeso. El dejar estas bebidas inmediatamente hará que nos sintamos más livianos y contentos.
Anticipar los momentos de gula. Todo el mundo se conoce bien y sabe cuando se encuentra a punto de caer en la tentación de saciar algún antojo. Suele pasarnos el que a ciertas horas nos viene la necesidad de comer algo entre comidas y eso es uno de los factores que hacen a que no podamos perder peso. Es una buena idea el anticipar estos momentos y tener a mano alguna colación sana y baja en calorías que nos quite la ansiedad y nos vuelva a focalizar en nuestro plan de adelgazar.
Empezar a leer las etiquetas. Es importante incorporar la costumbre de leer las etiquetas de los productos antes de comprarlos. Cuando nos enfrentamos con nuestros propios ojos a la dura realidad de las cifras de calorías y grasa que posee aquello que queremos comprar podremos tener un buen motivo para dejarlo nuevamente en su lugar. Si bien puede entenderse esto como un ejercicio de auto-culpa, es bueno comenzar por esto ya que nos hará ser más conscientes de lo que comemos y de lo mal que le hace a nuestra salud.

Como se puede ver, el tomar decisiones más saludables no significa que tengamos que modificar radicalmente nuestra dieta ya que una alimentación sana no es necesariamente aquella que está libre de grasa, azúcar y sal, sino aquella que se hace en forma consciente, realista y donde aceptamos todo pero sobre una buena base de moderación y auto control.

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